El asesor (II de II)

—Gracias, padrino, por tus cariñosas palabras. A partir de aquí continuaré yo con el relato, por alusiones y porque estoy más familiarizado con los pormenores.

A aquella primera reunión con la bella Chavela Semeantoja siguieron muchas otras en entornos más bucólicos, porque la rejoneadora de candentes ojos era muy dada a las rutas nocturnas, en particular, gastronómicas y salpicadas de estrellas Michelín. Y siempre con Amoroso de carabina, al que no había forma de dar avena forrajera por angula.

Debí hacerte caso cuando me decías aquello de «cantarillo que mucho va a la fuente, se deja el asa o se deja la frente» o «quien con infantes se acuesta, excrementado se levanta» o «no por mucho madrugar amanece más temprano», aunque esto último no sé como interpretarlo. Toda la letanía de refranes con la que acostumbrabas a instruirme diariamente abofetearon mi cerebro en vertiginosa sucesión cuando, camino de mis obligaciones tras el carajillo de las doce con el que inauguraba la jornada laboral, reconocí a las puertas de la Benemérita el carísimo arcón medieval que había regalado a Chavelita. He de aclarar que en él guardaba, en sencillas bolsas de basura, las retribuciones con las que las constructoras premiaban mi buen hacer, a la espera de trasladarlas a un paraíso terrenal de costumbres disolutas como Andorra o las Islas Caimán.

Como pude comprobar —alzando la tapa entre miradas nerviosas a derecha, izquierda, adelante y atrás que me ocasionaron una desagradable tortícolis—, las bolsas de basura y su contenido se habían volatizado y su lugar estaba ocupado por grabaciones, libros de contabilidad B y sobres con solapilla engomada, de los denominados barcenillos, con un exhaustivo reportaje fotográfico de mi persona contando billetes cual vulgar contable, con indicación, bajo cada fotograma, de la fecha, hora, divisa, tipo de cambio y gráfica de rentabilidad. También me pareció distinguir algunos trajes de caballero de buena factura y una docena de latas de caviar iraní de cien gramos peso escurrido, pero la salida intempestiva de un servidor del orden público me impidió seguir inventariando las que hasta entonces habían sido mis pertenencias.

Cuando la Guardia Civil accedió al ayuntamiento —que fue ipso facto, por su cercanía con el cuartelillo— mi argumento de «esto no es lo que parece», acompañado de la torva mirada a la que me obligaba la incipiente tortícolis, no convenció a los agentes. Supe posteriormente que cuantos obsequios había recibido eran en realidad bienes patrimoniales sustraídos, falsificaciones de pésima calidad y especies exóticas protegidas, lo que me lleva a hacer un inciso en el relato de mis andanzas para aleccionar a los jóvenes que os iniciáis en la carrera de la vida sobre la conveniencia de elegir bien a las compañías si no quieres que te la claven en cuanto te descuidas.

Mi mayor humillación, sin embargo, fue saber por boca del agente que custodiaba la celda donde aguardaba el auto de prisión incondicional sin fianza, que Chavela Semeantoja estaba tan ilocalizable como el contenido originario del arcón, y que cuanto se sabía de mi adorada era lo narrado por un vecino que la vio partir, rayando la media noche, a lomos del bravío Amoroso enjaezado con bolsas de basura. La propia Chavela me aclaró posteriormente, mediante misiva sin franqueo ni remitente, que su decisión de abandonarme a mi mala suerte no estuvo motivada porque fuese pesado y agarrado a partes iguales, sino por el deseo de reanudar su relación sentimental con un tal Tekomo Toíta, charnego saleroso con cara de chino, nacido en Malaguete, aunque con residencia fija en la madrileña prisión de Carabanchel, de donde previsiblemente saldría en breve.

Añadía Chavela que habiendo sopesado objetivamente [sic] «cuál de los dos hombres de mi vida es menos golfo» [sic] (imagino que refiriéndose al chino y a quien ahora habla) y no pudiendo identificar ninguna diferencia relevante entre ambos, había optado por el más rumboso de los dos —en la doble acepción polisémica de juerguista y desprendido—, aunque convendrás conmigo en que poco mérito tenía el desprendimiento de Tekomo cuando los cuartos eran míos.

El resto ya lo conoces, padrino. Separado de tus tiernos brazos por el juez poco indulgente que te tildó de permisivo y a mí de «sinvergüenza sin paliativos», amén de imputarme los delitos de cohecho, malversación de fondos y prevaricación; y sin novia, aduladores, ni perrito que me ladrase, fui rodando de prisión en prisión, cual canto del camino al que todos patean, hasta dar con mis huesos en la penitenciaría estatal de Carabanchel donde —ironías del destino— yo ingresaba cuando Tekomo Toita se licenciaba.

—¡Mi querido ahijado! ¡Abracémonos ante esta muchedumbre de lectores, callados testigos de nuestro reencuentro, y recuperemos el tiempo perdido!

—No te preocupes por mí, adorado padrino —respondió Froilán, cortando por lo sano la tensa escena—. Si hay algo que no quiero recuperar es el tiempo pasado porque, a decir verdad, lo de ser corrupto de éxito está sobrevalorado. Quitas los pelotas, las comilonas, los cochazos, los casoplones y las fiestas nocturnas al borde de un yacuzzi del tamaño del Serengueti, ¿y qué queda? Poca cosa aparte de un corazón partío. En estos años he aprendido a disfrutar de placeres sencillos de la vida como los madrugones, el trabajo de sol a sol o las partidas de mus haciendo trampas. Hoy soy un convicto de pro y consultor financiero vocacional de la Iglesia de la Cienciología. No quiero mentirte, padrino: me siento a gusto con mi vida.

—Tus palabras suenan a despedida, Froilán, y acabamos de encontrarnos de puritita casualidad como quien dice.

—Así es, padrino. Nuestros caminos se bifurcan aquí, ante este sucio cristal de la sala de visitas penitenciaria.

—¿Pero qué queda de nuestra vida en común, querido ahijado?

—Un puñado de recuerdos y dos entradas en este blog del que ambos somos fieles seguidores…

—Y París. Siempre nos quedará París.

—Vale, eso también.

***

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Acerca de Máximo Disaster

Traductora a tiempo completo y escribidora cuando puedo.
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14 respuestas a El asesor (II de II)

  1. lunapaniagua dijo:

    Olé, eso es arte para narrar una historia, ja, ja, qué bueno. Y además con enseñanza y moraleja. Este se me ha hecho corto 😉 Un besote.

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  2. Gracias, Luna: es que en la primera parte ya me había extendido demasiado. Pero te habrás dado cuenta de que he aprovechado para colocarme a los dos protagonistas de seguidores… :-). Un besito y ¡que tengas un estupendo fin de semana!

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  3. En esta segunda parte, el relato se torna crónica de la realidad que nos ha tocado vivir con ojos de estupefacción y que si me pinchan no sangro. A veces pienso que si a mi abuela le hubieran dicho que podrían pasar cosas similares a estas, habría exclamado aventado el aire con la mano como quien espanta moscas: “calla, calla, que tienes la mente muy calenturienta”. Y al final para qué: ¿todo por un yacuzzi del tamaño del Serengueti? (aquí has estado brillante de nuevo). El giro final, sacando a los personajes del relato o colocándonos a todos en él, que en el fondo viene a ser lo mismo, te ha quedado muy chulo. Ah! Y la vaca mu, pero que mu bonita. Un abrazo compañera.

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    • Ay, las abuelas: después de enfrentarse al hambre y al miedo de una guerra, estas historias de picaresca deben parecerles un guión de película B. Lo que dices me recuerda algo: tengo una amiga rumana que, cuando llegó a España, me contaba cosas terribles sobre la corrupción de su país (vale, de acuerdo, era otro nivel, pero Rumanía no pertenecía entonces al grupo del «primer mundo» como se suponía que era nuestro caso). Yo me jactaba: «Eso sería impensable aquí: estamos hechos de otra madera y jamás aceptaríamos ese tipo de cosas». Cuando empezaron a salir los primeros casos de corrupción me miraba con curiosidad, después con ¿pena? y, por último, con cachondeo puro y duro: «Sí, ya se ve que Spain is different». Mi única esperanza es que llegue un momento en el que podamos decir a nuestros nietos: «Te parecerá increíble, Carlitos, pero eso pasaba antes por aquí; sí, sí, como te lo cuento…». A ver si hay suerte. Un abrazo, compañero: ¡estoy deseando que llegue otra crónica de las montañas!

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  4. Magdalena dijo:

    Querida Carmen; como bien sabes yo no entiendo de graciosos grafemas, de elegantes cursivas, de coquetas virgulillas, de hipérboles desmesuradas, ni siquiera de antítesis o metáforas, porque mi aprendizaje fue tan corto que me quedé en el catón, pero como soy del «Magdaleniense» una de las culturas del paleolítico, tengo muchas horas extras de lectura y de ahí he aprendido a valorar un buen artículo, un buen libro y un buen cuento. El ASESOR, primera y segunda parte, lo califico de magnífico.
    Me he reído, he disfrutado y me he recreado con ciertos detalles los cuales he pasado a una de mis libretas, concretamente la que reza con el título de «Frases originales»
    Gracias por hacerme disfrutar de lecturas tan amenas.
    Besiños palmeiráns.

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    • Madre mía: para cuánto da la cultura magdaleniense: ¡no quiero ni pensar si llega a ser del neolítico! 🙂 Muchas gracias por tu comentario, Magdalena, y sobre todo, por el honor de incluir alguna frase mía en tus libretas (dignas, te lo aseguro, de exposición a modo de ejemplo en un máster de organización documental y gestión de biblioteca). Además me llevo una segunda alegría, porque cuando veo tu nombre en el blog tengo la certeza de que las cosas van bien por ahí. Un beso gordo.

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    • Yo también soy de esa cultura del Paleolítico y me gustan mucho las madalenas y reírme leyendo a Carmen Máximo Disaster 😁😊

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  5. .Me encanta como has resuelto la segunda parte: el cambio de narrador, la crítica a cara descubierta de una sociedad corrupta y el desdén que al fin sienten padrino y ahijado por unos beneficios adquiridos de mala manera (aunque lo del arrepentimiento suele ocurrir poco en la vida real). Se trata de un estupendo relato de humor satírico moralizante.
    El toque final de las dos entradas en el blog, me parece genial.
    Besos

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  6. Gracias, palmeiralibre: estoy de acuerdo contigo: ese arrepentimiento me parece muy poco probable (por desgracia). De hecho, como verás, a Froilán le siguen tirando las “partidas de cartas haciendo trampas” y, es que, al igual que ocurre con las meigas, los cambios radicales haberlos haylos, pero son muy pocos los que pueden verlos. Un beso muy gordo y ¡me alegro de que estés de vuelta!

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  7. Magdalena dijo:

    Gracias a ti por tu interés y buenos deseos. Un besazo.

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  8. Vaya, Froilán se ha regenerado y no sucumbe al abrazo de su padrino. Ha encontrado su propia senda. Todo eso estaría muy bien si el relato no rezumase ironía del principio al final.
    Quedan retratados los protagonistas de la especulación que asoló y saqueó a España en los años ochenta, noventa y principio de este siglo. La que va a seguir disfrutando de la vida a tope es Chavela. Y es que hay quien no se enmienda o a quien nunca echan el guante. Un relato tan divertido como aleccionador.

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  9. Cuándo hablas de los años ochenta, noventa y principios de siglo, se me ponen los pelos de punta… Enumerado así, todavía parece un periodo más largo. Es cierto que Froilán ha encontrado su propia senda, pero dudo que sea la de la virtud. Si alguien me preguntase que está haciendo a estas alturas, no pondría la mano en el fuego por él… Un fuerte abrazo, Antonio, y muchas gracias por pasarte por aquí.

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