Mundo moderno

¡Pero que voy a ser hiperactiva, doctor! Esas son tonterías de mi marido. Simplemente no me gusta estar de brazos cruzados: hay tanto que hacer y las horas del día son tan pocas…

Qué cosas tiene usted: pues claro que disfruto paseando, leyendo o tomándome unas tortitas con nata, como todo hijo de vecino. Pero hacerlo porque sí, sin más, no me resulta gratificante. Prefiero buscar una finalidad práctica. Aprovecho para pasear mientras hago la compra, leo cuando lo exige mi trabajo de correctora freelance y me tomo unas tortitas si anticipo una inminente bajada de azúcar mientras corro los diez kilómetros diarios con los que me mantengo en forma. ¿Que cómo me sentiría si no tuviese obligaciones? No lo sé. Siempre tengo alguna.

No, no salió de mí acudir a su consulta. Es cosa de mi marido. Y por un motivo tan tonto que casi me avergüenza hablar de ello.

Si cree oportuno que lo cuente… pero le advierto que es una bobada.

Fue hace un par días. Me pareció oír un ruidito al abrir y cerrar el lavavajillas, algo así como el cricrí de un grillo, para que se haga una idea. En circunstancias normales —si hubiese tenido, por ejemplo, una pila de manuscritos por corregir o de ropa que planchar— habría llamado al técnico y olvidado el asunto. Sin embargo, esa mañana no tenía manuscritos, había recogido la casa, llevado el niño a la escuela, paseado al perro, hecho la compra y preparado la comida. Pensé en el resto de la jornada y sentí una extrañada sensación de vértigo. Dí una vuelta por las habitaciones y todo estaba en perfecto estado de revista. No tenía recados pendientes ni reuniones con los profesores del niño. El perro dormía. La desagradable sensación iba en aumento y entonces…

…entones recordé el ruidito del lavavajillas.

Me aproximé al aparato y abrí y cerré la puerta varias veces. Nada; ni un suspiro. Volví a probar, ralentizando el movimiento de apertura. En esta ocasión tome la precaución de apagar la radio por si ocultaba los lamentos del engranaje. El mutismo del lavavajillas era patente. Me alejé, como si tuviese intención de abandonar la cocina e, inesperadamente, retrocedí sobre mis pasos y abrí la puerta de golpe para cogerla desprevenida. Me pareció notar un ronroneo. Ya te tengo, pensé. Le propiné dos o tres patadas aleccionadoras, por si tenía intención de pasarse de lista conmigo, y volví a abrirla: oí entonces un finísimo «cricrí». ¡Qué ruido tan desagradable —exclamé con alegría— no me queda más remedio que arreglar este desaguisado inmediatamente!

Como soy persona organizada y no me gusta lanzarme de cabeza a lo desconocido, acudí a las fuentes de la sabiduría: los canales caseros de youtube. Gracias a ellos he aprendido a arreglar tres modelos diferentes de cisternas, a pintarme las cejas utilizando una cuchara como plantilla, a depilarme el bigote arrancándolo con dos hilitos cruzados y a combinar mi vestuario con gusto. En principio, eliminar los ruidos de un carísimo lavavajillas encastrado, modelo A+++ recién estrenado, no parecía tener grandes complicaciones: se limitaba a reemplazar los resortes de apertura, una operación cuyo grado de dificultad era comparable —explicó el experto, cuyo mono azul le sentaba como un Armani— a tomarte una cerveza bien fría, o dos, en el peor de los casos. Todo se reducía a desatornillar las tuercas a y c (en el video aparecían señaladas con una flechita roja parpadeante), obviar los tornillos b y d (flechita verde fija), aflojar ligeramente el e (flechita fija de color indescriptible), y extraer por completo el f (flechita amarilla que parpadeaba de nuevo). Bastaba entonces con retirar las coberturas laterales, localizar el resorte dañado e instalar su sustituto. Al desatornillar las tuercas, los bíceps del guapo youtuber, bellamente tallados a base de horas de mancuerna, se movían arriba y abajo al ritmo del reguetón que animaba el vídeo. Lo reproduje varias veces para no perder detalle y, debidamente instruida, me puse a ello.

Todo fue bien con los tornillos a y c. Al aflojar el b la puerta empezó a combarse como si estuviese sometida a la atracción de un potente imán. No recordaba que en el tutorial hubiese alertado acerca de ningún fenómeno magnético, siquiera paranormal, así que supuse que sería un efecto óptico por lo incómodo de la postura y continué sin más. Obvié el tornillo f, según lo recomendado por el vigoroso youtuber (¿o era el e?), y procedí a aflojar el d sin mayor sobresalto que un nuevo aumento de la curvatura del metal. Me disponía a retirar la primera de las cubiertas laterales cuando los resortes —los dos— saltaron gozosos de sus goznes y la puerta del lavavajillas salió despedida, cual misil fallido de Cabo Cañaveral, envuelta en una nube de humo. Colisionó —tras golpearme el hombro, trasladándomelo a la espalda— con los cuarterones acristalados de la puerta de la cocina que cayeron como fina lluvia sobre el perro quién, aterrado por el estrépito, se abalanzó contra el televisor de plasma de noventa pulgadas —idolatrado por mi marido— que el seguro se negó a cubrir.

Recibí al técnico con el brazo derecho en cabestrillo y acogí su gesto de asombro, ante el campo de batalla, con la actitud digna de un general que no da explicaciones de sus actos. Una vez instalado el nuevo lavavajillas encastrado e incapaz de abrirlo a causa del zócalo que ocultaba las patas del mobiliario de nuestra modernísima cocina, el técnico comentó: «No me explico cómo podían abrir el aparato anterior sin que hiciese un ruido tremendo, señora. La madera de este zócalo esta tan hinchada por la humedad que impide con el roce la apertura de la puerta. Habrá que cambiarlo: el zócalo son cincuenta euros y el lavavajillas novecientos más mano de obra. El desplazamiento no se lo cobro, mayormente por pena».

—¿Novecientos euros? —toda dignidad había desaparecido de mi persona.

—Bueno, ya sabe: el encastrado. Estos detalles pijos suben mucho el precio.

Firmé la factura, aboné el importe en silencio, me tomé un Ibuprofeno para mitigar el dolor del hombro y, por si acaso, añadí un Lexatin para enfrentarme a lo que estaba por llegar.

¿Qué si he aprendido algo con esta experiencia? Ya lo creo, doctor: que estoy casada con un hombre muy poco comprensivo.

***

Quisiera aprovechar esta entrada para expresar mi más sentida gratitud a todos aquellos que me quieren y soportan con estoicismo mi hiperactividad galopante y sus destructivos efectos. Por cierto, cariño, ¿habíamos renovado el seguro a todo riesgo del coche, verdad?

Acerca de Máximo Disaster

Traductora a tiempo completo y escribidora cuando puedo.
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42 respuestas a Mundo moderno

  1. lunapaniagua dijo:

    Qué bueno, Carmen, es tremendo, a cada paso metes una de tus descripciones ingeniosas y divertidas y lo leo con una sonrisa permanente, solo alterada por carcajadas.
    Aunque no me he sentido nada identificada, qué va, porque yo no hago la comida mientras desayuno, ni leo y escribo mientras le doy el pecho a la pequeña, ni hiperventilo si tengo un rato para pasar el aspirador pero no puedo porque hay alguien dormido…
    Pues eso, que me ha encantado, es tu estilo en estado puro. Muy muy bueno. Un besote.

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  2. Je, je, ¡sabia que te verías reflejada! Un secretito entre nosotras: este cuento no es ficción. Vamos, que me ha pasado hace exactamente tres días… Lo malo de ir como una moto es que cuando tienes un momento para descansar, ya has perdido la costumbre de hacerlo y, al menos a mí, me entra como desazón y «horror vacui»… Un beso, guapetona.

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    • lunapaniagua dijo:

      ¿Y estás lesionada de verdad? Espero que no… o que sea poca cosa (una duda, ¿el técnico que va a casa es como el que sale en el vídeo? 🙂 )
      Tengo que romper una lanza a nuestro favor: puede que nos sufran, pero también les viene bien, ¡que gracias a que somos así tienen menos cosas que hacer!

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      • Solo un dedo (y muy poquito porque, por suerte, lo retiré a tiempo). ¡Lo del hombro ha sido una licencia literaria! Lo de la puerta voladora, no. El técnico no se parecía en naaaada al del vídeo pero era un muchacho muy majete: de hecho incluso me dijo «¡No te preocupes, estos son cosas que pasan todos los días!» (¿?) y me dio una palmaditas en el brazo. ¿Será verdad eso o lo haría para que me sintiese menos culpable? Y tienes toda la razón… ¡sarna con gusto no pica! Besotes.

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  3. Seguimos con el carcajometro oscilando entre la sonrisa (del nivel alto no baja) y la carcajada (ese final ha estado apunto de descacharrarlo y a ver quien me lo arregla…).
    Yo también me repito: tienes una capacidad desbordante para contar historias, para hacerlas discurrir a buen ritmo y un sentido del humor del copón. Aunque en mi caso no me haya sentido reflejado (soy más bien huevón), me ha gustado compañera, y mucho además. ¡¡Un abrazo!!

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  4. Este cuento ha sido en plan «catarsis» del tipo «Eh, ¿hay alguien por ahí que le pase lo mismo que a mí?… ¿tiene alguien un truquito para frenar un poco?». Lo bueno de ser un huevón es que reduces las posibilidades de ir cargándote cosas, compañero. ¿Te imaginas estrenar un coche y que tu parienta te lo lave a fondo con un scotch-brite metálico? ¿Cómo le explicas a la aseguradora de que te lo entregaron sin metalizado de fábrica? Así de dura es mi vida… Un abrazo gordo.

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  5. Si te has propuesto batir tu propio record, lo estás logrando día a día: el relato de hoy es de antología. Creo que pocas veces me he reído tanto. Y con las respuestas a los comentarios, ya ni digamos. Si te ha ocurrido tal como lo cuentas, empiezo a creer que es cierto eso de que la realidad supera la ficción.
    Pensaba decirte que el técnico tenía razón al considerar el episodio normal, que a todo hay quien gane… Pero es que, bien mirado, lo tuyo no lo supera nadie. Con el trajín que te traes, no me extraña… Claro que si ello te motiva para escribir estos relatos, bendito trajín.
    Yo me siento un poco identificada contigo y te doy un consejo: procura tomarte un respiro de vez en cuando.haciendo algo que de verdad te guste y te serene el ánimo. Aunque mirándolo bien, creo que lo has encontrado.
    Un besazo.

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  6. Qué gran capacidad descriptiva tienes. El lector vive todos y cada uno de los pasos para desterrar el cricrí del fantástico lavavajillas, que no respondió adecuadamente a las manipulaciones.
    A propósito de la hiperactividad y en solidaridad con tu marido, ¿has probado la meditación? Diez minutos sentada sin pensar en nada, o mejor dicho, dejando pasar los pensamientos como las nubes en el cielo. Puedes empezar por cinco. Y con el tiempo subir hasta veinte. Buenas noches. Que desconectes y descanses.

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    • Gracias, Antonio: ¡siempre tan amable! Haces bien en solidarizarte con mi media naranja porque es un bendito. Sí, he probado (bueno más bien, he tratado de probar) la meditación… y el yoga, y el taichí en sus diversas modalidades, incluso el baile coreano con abanicos, pero me temo que todos ellos requieren una concentración de la que carezco (¡cómo bien habrás notado por mis meteduras de pata con nombres, fechas y números!). Sigo buscando la disciplina apropiada… Un abrazo y buen fin semana.

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  7. Magdalena dijo:

    Poco me queda por decir que no te hayan dicho ya los demás compañeros. El relato es buenísimo, y a medida que te lo vas leyendo te metes en él para sentirlo en primera persona.
    Sé que me repito pero eres genial, Carmen. Escribir, escribe mucha gente. Lo difícil es escribir bien, y tú lo haces magnificamente.
    Besiños palmeiráns.

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  8. ¡Ojala fuera así, Magdalena! Lo importante es que me lo paso muy bien escribiendo y encima tengo la suerte de estar rodeada por personas capaces de encontrar tiempo para leer lo que escribo y, además, comentarlo. ¡Eso si que es un lujo de verdad! Un beso gordo.

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  9. Todo está muy bien narrado, aunque la ironía no oculta algunos de los problemas de la protagonista al asumir demasiadas responsabilidades, buscar actividades siempre desde el lado práctico y un afán de control muy grande… y todo no se puede hacer, ni bien ni mal, lo lúdico sólo es saludable como lúdico y lo práctico es útil sólo como práctico; pero, sobre todo, es agotador pretender controlarlo todo. Creo que hace falta algo más de terapia… o se volverá a romper ese lavavajillas.

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  10. Pues tienes toda la razón, Julio, y precisamente por eso me he adentrado en el mundo de los blogs. Leeros a vosotros me resulta tan gratificante que lo he asumido como terapia relajante que espero que quede ahí: en una actividad lúdica alejada del mundanal ruido. Un abrazo y mis felicitaciones por tu estupendo blog.

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  11. Buenísimo!!! En algunos detalles me he sentido reconocida…Ay!!!

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  12. Gracias, Eva: ¿A que sí que te ves? Es un cuentito de lo más chorras pero cuando le escribía me daba la risa floja porque me acordaba de aquel sketch en el que Rosa María Sardá (interpretando a un ama de casa) aprovechaba los preparativos de la comida para hacer su tabla de gimnasia: abría y cerraba la puerta de la nevera varias veces diciendo «y uno, y dos, y uno y dos» y lo mismo ocurría cuando levantaba la tapa de la olla o barría el suelo: todo le servía para ponerse en forma. No sé por qué, pero a pesar de nuestro mundo moderno y avanzado, todavía me cuesta imaginarme a un hombre en plan «multitarea». Un beso.

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  13. Eduardo dijo:

    ¿El seguro del coche?
    ¿Pero de eso no te encargabas tú?

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  14. Pero note: ¿por dónde andas? Se echan de menos tus ilustraciones y tus historias…

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  15. A mí sí me gusta estar de «brazos cruzados» 😉Y sé «hacer nada» de maravilla, sin ningún sentido (de culpa)😎

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  16. Yo he empezado a practicar lo de «no hacer nada», pero voy paulatinamente. Hoy mismamente me he sentado en una terraza y me he pedido una cerveza bien fresquita y unas bravas. Después me he puesto a mirar el horizonte. Ha sido duro, pero creo que al final he superado la prueba. Para premiarme, he pedido otra cerveza. Un beso, note.

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  17. Pues una ración de vez en cuando de «fareniente» va muy bien, del cu(el)lo para arriba y del cu(el)lo para abajo y si la práctica va siendo habitual, cada vez es más fácil y puedes conseguir la perfección en la āsana y no se necesita esterilla ni nada, te puedes poner en cualquier sitio y momento. En buena compañía, como esa cerveza, que era rubia seguro, es rayano en la maestría. 😊😙😙😙

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  18. Y que sigo sin conseguir que esto me avise cuando me dices algo. No te tomes a mal si no te contesto alguna vez🙃

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  19. ¡Qué voy a tomarme a mal! Tus mensajitos son siempre bien recibidos, caigan cuando caigan: ahora, pasado mañana o en un par de años…

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  20. Jejeje muy bueno, no me gustaria aparecer por ahi cuando estas de pelea con los tornillos. Saludos !!

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  21. ¡No te lo recomiendo en absoluto! Gracias por tu visita, Francisco.

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  22. ¡Vaya una historia! Y leyendo los comentarios, me entero de que está basada en hechos reales… Lo peor de todo es que no me ha costado imaginarme a mí en una situación similar, empecé un día ordenando el cajón de los cubiertos y terminé dejando la cocina como los chorros del oro, monté un armario, cambié la orientación de los muebles del salón y, entre mis últimas andanzas, preparar las puertas para el invierno, con lijado incluido…

    Mi querido, cuando llega a casa, me mira con cara de estar pensando «esta sabe hacer la pócima del pueblo de Axterix» porque pequeñita como soy, había que verme moviendo muebles cual Hulk, jeje. Por suerte ahora está muy tranquilo, porque me ha llegado un proyecto que me ocupará tres semanas, con sus sábados y domingos, así que no tendré tiempo de ver por qué gotea el grifo del bajo, no vaya a ser que una cosa lleve a otra y termine cambiado los azulejos!

    Un saludo

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    • Impresionante, María: ¡has descrito una jornada doméstica «estándar» con absoluta precisión! Me da que nuestros queridos son de los que abren la puerta, echan una mirada para ver qué hacemos, y la cierran silenciosamente no vaya a tocarles algo 🙂 ¡Ánimo con ese megaproyecto, que seguro que lo bordas -aunque eso nos obligue a esperar una temporadita para leer otra de tus interesantes entradas 😦 ! Un abrazo.

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      • Entre las muchas actividades para evitar la sensación de miedo a no tener nada que hacer el blog es un excelente recurso, y mucho menos peligroso que la ebanistenía o el alicatado, así que algo habrá por ahí listo para surcar la blogosfera 😉

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  23. Daxiel dijo:

    La realidad en la danza de vida de una mujer con relato nada amateur, es como llegar a Dubai viajando con ultra liviano, esperando te atienda una azafata bien semita en rasgos, mientras las miradas se depositan en uno, al ver que lo has logrado…☺ beso con abrazo

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  24. ¡Qué preciosa metáfora, Daxiel! Si pienso en mi jornada diaria como en un viaje Dubai pilotando un ultraligero, no sé, pero me siento mucho mejor, porque parece una hazaña impresionante…

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  25. Me encanta. Me hiciste reír y eso que ando huraña estos días. Me siento muy identificada, qué quieres que te diga. Yo soy casi como una hormiga, una hormiga ocupada y, cuando no, preocupada (siempre suena un cricrí…) Lo que me equilibra -si se puede hablar de equilibrio en mi caso- son mis momentos contemplativos. Pero eso lo aprendí de mis perros, que no sabía. También, la edad, pues, te va ralentizando un poco.
    En fin, lo bueno es que de tanta actividad, a veces sacamos algo provechoso, más allá de las lesiones. Cosas como este relato, sin ir más lejos. Un abrazo y pronta recuperación (¿verdad que es un reto hacer todas las cosas con una sola mano?)

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  26. Nos ha tocado vivir días hoscos y, para mí, que eso se filtra hasta el alma. Gracias por tus palabras, por tus abrazos y por tus deseos de pronta recuperación. ¡Estoy como una rosa! Yo esperaba que la edad ralentizase algo los ímpetus, pero cuando miro a mi madre -culo inquieto donde los haya- pierdo la esperanza de que sea así. Aunque, quién sabe, tal vez no sea tan malo… Un beso, guapa.
    PD: a estas alturas ya he aprendido a hacer casi cualquier cosa con una mano, con el pie e incluso con los dientes…

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  27. Raquela dijo:

    No he parado de reir de principio a fin.
    Tan real como la vida misma pues no hay un solo dia que te recuerde sin inventarte tareas. Mi preferida fue cuando nos hacías ir a todos con trapos en los pies, mojados en vinagre, para sacar brillo a la madera. Era impresionante ver a una famila entera moviéndose por la casa como un equipo profesional de patinaje sobre hielo!! Por supuesto las visitas también debían hacerlo 🙂

    Ahora entiendo por qué no me quisiste contar que había pasaso con el lavaplatos…es mucho mejor enterarse de esta forma.

    Os dejo que hoy que tengo el día libre he pensado en mover todos los muebles de la casa y volver a sentir esa sensación de entrar en casa y parecer que es una nueva 😂

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  28. ¡Ay, que todavía me estoy riendo con ese recuerdo! Me había olvidado de aquello… si hasta a los pobres perros les hice unas botitas a medida para que encerasen. Y lo más increíble es que las «visitas» asumiesen como algo normal lo de abrillantar a diestro y siniestro. Y ahora que lo pienso ¿no será tu manía de mover todos los muebles cada poco tiempo genética materna pura y dura? Un achuchón muy gordo, princesa.

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  29. Me he reído mucho, de verdad. Lo comparto en https://www.facebook.com/laotraliteratura/
    Si no te parece bien, coméntalo ahí mismo y lo quito inmediatly

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  30. ¡Cómo no me va a parecer bien! Es un detalle precioso. Muchísimas gracias, Julio.

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  31. mialmarural dijo:

    Así que detrás de Máximo Disaster se esconde una mujer hiperactiva llamada Carmen.
    Muy bueno tu relato. Me he sentido identificada con él por completo.
    Me han encantado las descripciones que haces y el sentido del humor que le echas al relato.
    Lo dicho, me ha parecido magnífico.
    Un beso.

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  32. Gracias mialma: cuando eres madre,consejera, levantamoral, chofer, fontanera, enfermera, limpiadora, cocinera,…. y todas esas titulaciones que nos regalan a las mujeres sin necesidad de pasar por la universidad o la FP, no te queda más remedio que ser pelín hiperactiva. ¡Un placer recibir tu visita!

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