La reproducción total o parcial de este texto no está prohibida en absoluto porque es una satisfacción para mí que pueda utilizarlo toda persona que lo considere útil. Os ruego, sin embargo, que si hacéis uso del mismo, no olvidéis citar su procedencia y autoría.
PERSONAJES PRINCIPALES
INSPECTOR DISASTER
NARRADOR
CIUDADANO 1º
CIUDADANO 2º
CIUDADANO 3º CON TROMPETILLA
CIUDADANAS 1ª Y 2ª (CAMEO)
VLADISLAV
VOCES
PALMEADORES
EL MISTERIO DE LA LÍNEA TRECE DE LA EMETÉ
Micro-obra teatral
ACTO PRIMERO
NARRADOR (voz grave y profunda)
Hora punta de una mañana cualquiera de una gran ciudad (Madrid mismamente). Lo que faltaba: empiezan a caer finos copos. La larga cola que espera pacientemente el autobús se comprime cual acordeón desgastado tratando de acomodarse a duras penas bajo la marquesina. El nerviosismo se palpa en el ambiente. El frío gélido también. A pesar de ello, los ciudadanos hacen gala de exquisita amabilidad mientras esperan un autobús que ya acumula cincuenta y muchos minutos de retraso.
CIUDADANO 1º |
¡Eh, el de los pantalones de cuadros caídos enseñando los calzones! Sí, tú, listo. ¡A ver si te crees que porque camines hacia atrás refrigerando los abanderado no se nota que te estás colando! |
CIUDADANO 2º |
Yo solo digo que con un poco de organización estaríamos todos más cómodos bajo la marquesina. A ver: cuando inspiren los de la derecha que expiren los de la izquierda y viceversa. ¡El caballero del fondo de barriga prominente que se abstenga de hacer cualquiera de los dos movimientos! |
CIUDADANO 3º |
Perdone, ¿le importaría levantarse un momentito? Estiro un poco los dedos de la mano izquierda y ya vuelve usted a aplastármela con total tranquilidad. |
CIUDADANO 2º |
Se me ocurre otra cosa, ¿y si nos despelotamos? Digo yo, que así, en paños menores, ocuparemos menos espacio. |
CIUDADANA 1º |
Y lo que yo digo es que es usted un guarro. Además, acabo de estrenar abrigo y no pienso quitármelo ni debajo de la ducha. |
CIUDADANA 2º |
Pues yo me encasqueto esta bolsa de plástico en la cabeza y estoy tan ricamente. |
CIUDADANO 1º |
Señora: ¡acaba de tirarme toda la compra por el suelo! ¡Tráigase la bolsa puesta de casa! |
CIUDADANO 2º |
Otra posibilidad es que cada uno coja en brazos al que tiene al lado, y éste a su vez al otro, y así sucesivamente… lo que viene siendo un Tetris, vaya. De esa forma no dejamos huecos libres. |
CIUDADANO 4º |
(Voz apenas audible procedente del fondo) Oigan, ¿y no podrían dejarme salir? Es que yo solo me había acercado a preguntar por dónde caía la parada del 27 porque tengo hora para los juanetes. |
CIUDADANA 2º |
Uy, los juanetes, dice. ¿Y te crees que todos los que estamos aquí no tenemos hora para algo? Yo, mismamente, que soy jugadora compulsiva, tengo hora para el bingo, y ya llego tardísimo. |
CIUDADANO 4º |
No, sí solo era por dar conversación. Este señor de la escayola me los ha aplanado tan amablemente con la muleta que ya casi ni se notan. |
CIUDADANO 3º |
¡Autobús a la vista! Preparados. Cuando diga «izquierda», todos movemos la pierna izquierda al unísono, y a la voz de «derecha», desplazamos la otra pierna coordinadamente. Aaaadelante. Un-dos, un-dos, un-dos. ¡A ver si hoy conseguimos no llevarnos puesta la marquesina! |
ACTO SEGUNDO
NARRADOR
El autobús se aproxima lentamente. Se detiene con un agudo chirrido debido en parte al estado de la calzada y en parte al sobrepeso que soporta. Abre las puertas sin que nadie descienda. Los ciudadanos se amontonan en la entrada pugnando por subir, algo a todas luces imposible mientras no se aligere pasaje. Pero ni los pasajeros están dispuestos a bajar (aunque sea su parada), ni quienes aguardan en la calle están dispuestos a dejarlo partir sin ellos. El vehículo permanece inmovilizado. El resto de los coches, resignado, entona sin ganas una melodía de pitidos. Un niño cargado con una mochila que duplica su peso estampa una bola de nieve contra la pintada de «¡lava el autobús, pedazo guarro!» que adorna el parabrisas trasero.
CONDUCTOR |
Vayan pasando, por favor. ¡No se detengan y acomódense al fondo! |
CIUDADANO 1º |
Lo que usted diga, amable conductor. ¿Nos colocamos encima del grupo de señores de la tercera edad que apoyados entre sí duermen a pierna suelta ocupando la zona central del autobús, de los niños que componen el bello castell del fondo o de aquellas señoras de edades surtidas que se amontonan en ordenadas pilas a izquierda y derecha? |
CONDUCTOR |
(Levantándose del asiento para dirigir unas palabras a todos los presentes) ¿Pero es que tampoco aquí se va a bajar nadie? Estimados pasajeros: ya he advertido en la parada anterior de que, o se ponían de acuerdo para ir desalojando por turnos este medio colectivo o me vería obligado a tomar cartas en el asunto. Veo que tendré que hacer esto último. A ver, ¡que se bajen inmediatamente todos los pasajeros que tengan el pelo castaño, los ojos marrones y vistan pantalón! |
CIUDADANO 1º |
Pero señor conductor: con esa descripción se tienen que bajar más de dos tercios del autobús. |
CONDUCTOR |
Hombre, no querrá que lo vacíe pidiendo que se bajen todos los chinos con pelo rubio y falda escocesa que viajen a bordo. |
CIUDADANO 2º |
Pero es que entonces yo tengo que bajarme y ni siquiera he subido… sabe que le digo… (mira al conductor con mayor atención). ¿Inspector? ¿Pero qué hace aquí? ¿No me reconoce? Soy yo, el kiosquero Volframio, Volfri. ¡El del caso de los piononos picantones que usted resolvió tan inteligentemente! |
CONDUCTOR |
(Efectivamente, ahora que nos fijamos con mayor atención, observamos que el conductor de la emeté es el mismísimo Inspector Disaster) Psssí, baje el tono, Volfri, que estoy de incógnito. ¿Pero cómo ha podido reconocerme bajo este disfraz hábilmente plagiado de una viñeta de Mortadelo? |
VOLFRI |
No, si el disfraz de conductor de autobús está currao -entre Agente 007 y Misión Imposible-. Camisa azul cielo, pantalón gris marengo y corbata añil a topos coordinada con peluca negro azabache y elegantes gafas de espejo… Lo que me ha puesto sobre la pista es la gabardina que lleva encima, la misma que utiliza en todos sus famosísimos casos… eso, y que la peluca se le ha ladeado dejando a la vista los tres pelillos que adornan su afamado cogote. Bueno, su característico bigote calcado del de Poirot también ha sido de alguna ayuda y el… |
INSP. DISASTER |
(Recoloca la peluca) ¿La gabardina? Vaya, hombre, ya he vuelto a ponérmela. La costumbre… ¡cómo me acompaña en todos mis famosísimos casos! |
VOLFRI |
Inspector, como su más rendido admirador, ¿me permitiría ayudarle en este nuevo caso? Me disponía en este momento a acudir a mi boda -de ahí el chaqué de alquiler que luzco- pero si usted me dice ven lo dejo todo. |
INSP. DISASTER |
Lo cierto es que para esta misión tan delicada no me vendría nada mal un ayudante inteligente, rápido de reflejos y que no tema al peligro (mira a Volfri con desaprobación), lo que obviamente no es el caso. Pero como las circunstancias apremian, la retribución del puesto es inexistente y no tengo nada mejor a mano, le nombro desde ya mi ayudante y le encomiendo la primera: sujetar esta percha de la que cuelga mi gabardina y adecentar un poco el autobús porque está imposible. |
VOLFRI |
¡Ayudante del Inspector Disaster! ¡Y con retribución inexistente! ¡Y además me confía su gabardina! Llamo ahora mismo a mi Puri para que vaya empezando el bodorrio sin mí. Se va a llevar un alegrón cuando sepa que me he encontrado con usted. ¡Si es que el mundo es un pañuelo! |
ACTO TERCERO
NARRADOR
El autobús arranca con un acelerón debido, tal vez, a la repentina pérdida de peso. Tras ese ímpetu inicial recupera su cadencia habitual y se dirige renqueante hacia la parada siguiente. Los pasajeros desalojados despiden cordialmente al conductor con un corte de mangas.
INSP. DISASTER |
Desde hace unos seis meses —lo que vienen siendo dos trimestres o, por ser más preciso, un semestre— los técnicos de mantenimiento de la emeté observan que todos los autobuses de la línea 13 regresan a cocheras con algún accesorio de menos y nada parece indicar que sea obra del azar. |
VOLFRI |
¡Hay que ver lo que se ha emocionado Puri, Inspector! ¡Qué mujer! A compresiva no la gana nadie. Me ha dicho que no me preocupe por la boda; que por ella como si quiero dedicarme a la cría de ranas con pelo; y que de momento se va con el charcutero y luego Dios dirá. Seguro que quiere sorprenderme con unos callos, con sus garbancitos y todo, porque sabe que me pierden. Si es lo que siempre digo: quien tiene una novia comprensiva tiene un tesoro. ¿Y qué desaparece del autobús, Inspector, si me permite la pregunta? |
INSP. DISASTER |
Pequeños objetos que habrían pasado desapercibidos para el ojo humano corriente pero no para un cuerpo de élite como el de los técnicos de mantenimiento de la emeté: la pegatina de prohibido escupir sobre los pasajeros, el recubrimiento antideslizante del suelo, la máquina lectora de billetes, algún que otro asiento, las ruedas motrices… |
CIUDADANO 1º |
No, sí a mí se me hacían raro estas hamacas hawaianas, en particular, por el estampado frívolo. Siempre he tenido al Consorcio de Transporte por una institución seria. |
CIUDADANO 3º |
Yo echo en falta las barras de sujeción del techo, sobre todo esas triangulares como columpio de gnomo. Esto de ir agarrado a la cintura de otro pasajero para no romperte la crisma en los frenazos da lugar a situaciones incómodas. Ayer, sin ir más lejos, me fui tras un señor cantando «La conga de Jalisco ya viene caminando». Nos percatamos de la confusión cuando íbamos a meternos en la cama. |
CIUDADANO 4º |
A Euclides se le fue la olla con lo de que tres puntos de apoyo son más estables que cuatro. Con tres ruedas, este autobús va inclinado se mire por donde se mire. |
CIUDADANO 3º |
A mi me alegra el día la cortinilla de baño que reemplaza la puerta automática de doble hoja. ¡Es verla y ponerme a canturrear! |
INSP. DISASTER |
Vamos a ver, caballeros. No sé si se han dado cuenta de que este señor (señala a Volfri) y yo mismo estamos hablando espalda contra espalda para disimular que nos conocemos, porque resulta que ésta es una conversación (deletrea claramente las sílabas) «pri-va-da» y «ul-tra-se-cre-ta». Por cierto, ¿por qué sobresale esa trompetilla de su oreja? |
CIUDADANO 3º |
Hombre, es que sin trompetilla, no oigo na de na… |
INSP. DISASTER |
En fin, al menos traten de no meter baza mientras expongo el plan de actuación que me permitirá resolver exitosamente este misterio y desprenderme de una vez de esta camisa de cuello duro que me está matando. |
ACTO CUARTO
NARRADOR
Aprovechando que el semáforo está en rojo, el Inspector sacude su maltrecha gabardina y se afana por encontrar algo en uno de los profundos bolsillos. A los diez minutos, Volfri bosteza. A los veinte, la mitad de los pasajeros ha estirado las piernas sobre el reposacabezas del asiento de enfrente. A los treinta, la otra mitad viste pijama y batín. A los cincuenta, los pacientes conductores, a la espera de que el autobús arranque, informan de su estado anímico (dada la extrema violencia de esta escena, la autora recomienda recurrir a los pitidos característicos de las series americanas o a los rayos, chispas, bombas y serpientes propios de los dibujantes nacionales). El Inspector, ajeno a todo ello, encuentra finalmente un plano de gran tamaño que muestra a los pasajeros congregados en la cabina.
INSP. DISASTER |
En este plano a escala natural he señalado la posición exacta del equipamiento del autobús y la de todos los aquí presentes, vestidos con traje regional murciano para no levantar sospechas, excepto yo, que luzco uniforme de mariscal de campo de la armada japonesa. El plan es a un tiempo sencillo y elegante: yo vigilo la puerta delantera y a quienes acceden por la misma, y ustedes se reparten el resto del autobús. Volfri, sección oriental. Ciudadano 1º, sección occidental. Ciudadano 3º con trompetilla, sección septentrional. Ciudadano 4º, sección austral. ¿Todo claro? |
VOLFRI |
¡Salga el sol por Antequera y métase por dónde quiera! (obviamente, Volfri no ha estado pendiente de las explicaciones). |
CIUDADANO 1º |
Pues yo no me enterao, la verdad. Oiga, Inspector, ¿y qué le parece si señala con el dedo lo que tiene que vigilar cada uno? |
CIUDADANO 4º |
¡Discutir sin un buen vaso de vino es un claro desatino! (el Ciudadano 4º también parece algo perdido). |
INSP. DISASTER |
Una vez asignadas las funciones, solo queda establecer el medio por el que nos comunicaremos en caso de verificar movimientos sospechosos. |
CIUDADANO 1º |
¡Propongo el cloqueo del palomo capuchino en celo! (el Ciudadano 1º se lleva ambas mano a la cintura en jarras y aletea brioso. Cacarea un poco). |
CIUDADANO 4º |
Es que yo solo sé imitar el canto de mi cotorra, que hace «rrraro, rrraro, rrraro», y si está inspirada, «pecadorrrrr de la praderra»! |
INSP. DISASTER |
Nuestro santo y seña será «¿Hay moros en la costa?» a lo que responderemos, si todo está en calma, «Pudiera ser porque no veo ni torta». Y ahora, todos a sus puestos, ojo avizor y nada de charleta hasta nuevo aviso. |
ACTO QUINTO
NARRADOR
Quince días han transcurrido desde la escena anterior, lo que se refleja en el interior del autobús en el que las hamacas, mal atadas a los asideros, alternan con mesas camillas adornadas por bellos jarrones chinos. También la cabina del conductor ha experimentado algunas variaciones: la máquina expendedora de billetes ha sido reemplazada por una cantarina bocina de triciclo —que los pasajeros presionan alegremente al entrar— y el volante del autobús se asemeja sospechosamente a un manillar de bicicleta.
INSP. DISASTER |
Algo se nos escapa. Tras quince días de intensa vigilancia y no menos intenso dolor de cabeza, gracias a esa dichosa aunque práctica bocina, seguimos como al principio. O peor, porque los malhechores son cada vez más audaces. Recapitulemos para identificar qué se nos ha pasado por alto. Que cada uno rememore las jornadas pasadas destacando, en particular, cualquier circunstancia insólita. |
CIUDADANO 1º |
(Para sí) Pues quitando lo de que le duele la azotea no he entendido nada. ¿Pero es que este hombre no puede hablar como todo el mundo? |
VOLFRI |
Tronco, que le digas si has visto algo que te haya rayado… |
CIUDADANO 1º |
¡Ah! ¡Eso sí que es hablar claro! Pues la verdad es que nada me ha llamado la atención. El personal que viaja en el turno de mañana siempre es el mismo —docena y media de okupas desocupados, un número indeterminado de comerciales de Jazztel y otros tantos de Orange, que amablemente informan a los pasajeros de las promociones diarias antes de ser amordazados; un nutrido grupo de señoras que se apuntan a todas las ofertas gratuitas —hoy tocaba sesión de camilla masajeadora en un establecimiento recién inaugurado—; y los niños del Colegio San Ildefonso en pleno, que montan un jari que pa qué porque todo lo dicen cantando. ¡Ah, sí! Y un par de abueletes muy simpáticones con sendos andadores tuneados. |
VOLFRI |
Mi turno —el de madrugada— es tranquilo, sobre todo desde que la línea 13 está equipada con cómodas hamacas y mesas camillas. Por lo general, se trata de respetable público que viene a dormir la mona y algunos representantes de la tercera edad que, portando sus mantas y orinales, se echan una partidita de mus, porque dicen que en la residencia hace un biruji que te cagas y que así, además, aprovechan para desplumarme. |
CIUDADANO 3º |
Pues el turno de tarde es muy entretenido: siempre tenemos algún espectáculo que ameniza el viaje e impide que los pasajeros se duerman en ruta sobre el hombro de su vecino. Ayer, sin ir más lejos, tuvimos ocasión de disfrutar de un baile de sardana, tocado con flauta pastoril de un agujero solo, a cargo de una delegación del Imserso que celebraba una despedida de soltero. Yo mismo hice los coros con mi trompetilla. |
CIUDADANO 4º |
Como mi misión consiste en vigilar el perímetro exterior del autobús, me veo obligado a dar continuamente vueltas sobre mí mismo, por lo que tal vez tenga un imagen distorsionada de la realidad, pero juraría que en ese paso de cebra que interrumpe nuestra marcha hay siete delicados ancianos caminando sobre las manos mientras una octogenaria hace malabares con bolas de mármol de carrara ante la bella estampa de La Cibeles, todos ellos ovacionados por una pareja de agentes de movilidad. |
INSP. DISASTER |
Concentrado en las explicaciones de todos ustedes, he olvidado quitar el freno de mano. Tal vez eso influya, pero aquí hay algo que me huele a chamusquina… Me tomaré unos minutos para ordenar mis ideas, que expondré tan pronto iniciemos el Acto Sexto. |
ACTO SEXTO
NARRADOR
Los pasajeros ocupan sus respectivas hamacas mientras el Inspector Disaster recorre a grandes zancadas el pasillo central del autobús. Todos guardan respetuoso silencio, solo roto por el «ayyy» del Ciudadano 3º con Trompetilla, al voltearse la hamaca proyectándolo contra los tapetitos del suelo.
INSP. DISASTER |
Veamos, ¿no hay algo que les llame la atención en todo este asunto? |
VOLFRI |
¿Qué no repitamos ruta ni un solo día y aun así nadie se queje? |
CIUDADANO 4º |
¿Qué las señoras se pirren por las camillas masajeadoras? |
CIUDADANO 3º |
En mi caso, yo diría que es más una curiosidad: ¿la flauta de Bartolo con un agujero solo vale para acompañar la sardana? |
INSP. DISASTER |
Me refiero al número de personas en edad provecta que se dan cita dentro de este autobús o en sus inmediaciones y, en ambos casos, con el fin de entretenernos. ¿A qué si no la delegación del Imserso, las partidas de mus, el espectáculo de malabarismo y este caballero nonagenario que llevo pegado a la espalda desde hace una semana? Obviamente no es más que una estratagema para que, entretanto, sus secuaces aligeren el autobús de equipamiento. Y solo se me ocurre alguien capaz de idear un plan tan maquiavélico: la banda de los Yakamos, o lo que es lo mismo, los Yayos Kantaores de Moratalaz, dirigidos con mano férrea por el terrible Vladislav El Salivitas, así llamado por sus gallos operísticos y de otra naturaleza. ¡¡Y sé dónde encontrarlos!! Dirijámonos raudos al Acto Séptimo. |
VOLFRI |
A sus órdenes, Inspector. Voy despertando al NARRADOR, que a estas horas debe estar conversando con Morfeo…(para sí mismo) «conversando con Morfeo», ¡pero qué requeteingenioso soy! |
ACTO SÉPTIMO
NARRADOR (con un sonoro bostezo)
Abandona el autobús un nutrido grupo encabezado por el Inspector (que ya luce su características gabardina), al que siguen, en ordenada formación, Vofri, Ciudadano 1º, Ciudadano 3º con Trompetilla y Ciudadano 4º. Les escolta, con menos orden, el respetable público que acaba de despertarse de la cogorza. Cierran el séquito los niños de San Ildefonso —entonando bellos cánticos a base de combinaciones de la Primitiva—. El grupo crece y crece sin parar a medida que se suman viandantes palmeando, convencidos de que se trata de la tradicional procesión conquense de «Los Borrachos». Cuando la comitiva alcanza el extrarradio de la Gran Urbe, se han incorporado varios probos trabajadores y trabajadoras que, al grito de «lo tengo calentito», venden castañas pilongas, bocadillos de mortadela y refrescos variados.
La comitiva avanza lentamente hasta alcanzar las puertas de una nave prefabricada en la que al lado de un herrumbroso cartelón con la leyenda «Contratas Hipólito e Hijos», reza en grandes letras irregulares pintadas con spray: «Guarida de los Yakamos, donde las toman las damos». El Inspector Disaster levanta la mano instando a que todos se detengan y guarden silencio. Volfri transmite fielmente la orden a los presentes al grito de «cayarus tós de una puñetera vez».
INSP. DISASTER |
A simple vista se observa que la puerta está fabricada en titanio puro reforzado, cortado al diamante, metal absolutamente indestructible. Tenemos complicado el acceso salvo que… (levanta el felpudo de «Bienvenido a la república de tu casa»)… ajá, aquí está el llavín. |
CIUDADANO 3º |
¿Y qué hacemos ahora, Inspector? No soporto la incertidumbre… |
VOLFRI |
Ya que estamos en el campirri, podríamos montar una romería u otra actividad lúdico-popular… |
INSP. DISASTER |
¡Silencio! Voy a entrar acompañado por mis mejores hombres… y por Volfri. La multitud impaciente que espere fuera hasta nueva orden. |
NARRADOR (totalmente despejado)
El Inspector se adentra, cual silenciosa sombra, por el oscuro pasillo que desemboca en una segunda puerta sobre la que destaca un mensaje amenazador: «Todabía estás a tienpo de dar media buelta: azlo». Disaster no se arredra y gira el pomo suavemente…
VOLFRI |
¡Pero si el garito está petao de yayos! |
INSP. DISASTER |
Vladislav El Salivitas, ¡lo sabía! ¡Sabía que solo podías ser tú! Y la singular ortografía del mensaje de bienvenida no ha hecho más que confirmármelo! |
VLADISLAV |
(Dirigiéndose a los muchos YAKAMOS que abarrotan la estancia) ¡El Inspector Disaster! ¡El único hombre de esta ciudad y probablemente de esta galaxia —incluso de este planeta— capaz de enfrentarse a Vladislav El Salivitas y a la terrible banda de los YAKAMOS! Solo él podía plagiar con tal habilidad el disfraz de conductor de la emeté y desbaratar un plan tan bien urdido. Queridos compañeros, solo puedo deciros que nos hemos enfrentado a un digno contrincante y hemos perdido la batalla, pero hemos caído honrosamente… |
VOLFRI |
Pero Vladi, ¿a qué esa manía de arramplar con todo? |
INSP. DISASTER |
Efectivamente, Vladislav El Salivitas: el destino nos ha enfrentado en mucha ocasiones, pero desconocía esta inclinación tuya por el bricolaje… Antes de que pases a explicarte, permíteme que me aleje de la trayectoria de tus perdigonazos. No, mejor espera al Acto Octavo y así damos tiempo a los YAKAMOS para que retornen a sus sillas sin prisas. Temo que alguno pierda el equilibrio o sufra un vahído. |
ACTO OCTAVO Y ÚLTIMO
NARRADOR
Vladislav, cariacontecido, pide a los miembros de su banda que vuelvan a ocupar los asientos de orejeras, mecedoras, sillas de ruedas y andadores que atiborran la sala y retomen la degustación del chocolate con churros —interrumpida a causa de la intempestiva entrada del Inspector— antes de que se quede frío.
VLADISLAV |
Todo empezó hace un par de meses, a raíz del doloroso ataque de ciática que Marcelo sufrió durante la sesión de pilates a la que asistimos toda la banda para mantenernos en forma, lo que nos obligó a sacarlo del Centro Cultural en volandas. Eso nos hizo recapacitar sobre nuestro modus vivendi y nuestro modus operandi —y sobre otras cosas que acaban en di y que ahora mismo no recuerdo— y pensar que tal vez la vida al margen de la ley empezaba a ser un poco exigente para nosotros. Tras celebrar diversas asambleas plebiscitarias, acordamos por amplia mayoría que nos convertiríamos en hombres y mujeres de pro, al servicio de nuestros conciudadanos, y que abandonaríamos el mal camino repleto de ortigas, espinos y otras porquerías de ese tipo… |
CIUDADANO 3º |
Hombre, está claro. ¡Y qué mejor forma de ayudar a los convecinos que dar la chirla en la emeté! |
VLADISLAV |
¡Alto ahí! ¡Se nos podrá acusar de muchas cosas pero no de ladrones! Jamás hemos robado. En realidad solo hemos reemplazado algunos objetos por otros de similares características y, además, confeccionados por las finas manos artesanas de Lolín, Mariloli, Lolailo y Lolichu, que tiene mucho más mérito. ¡Cada una de esas hamacas y pañitos es una auténtica obra de arte edición limitada! |
CIUDADANO 4º |
Pero sigo sin comprender el motivo… salvo que se trate de una representación artística moderna —un japening de esos que irrumpen en lo ordinario para trasladarnos, durante efímeros instantes, a lo extraordinario—. Pero, Vladi ¿no os bastaba con jugar a la petanca? |
INSP. DISASTER |
El motivo es bastante más obvio que todo eso, querido ciudadano, al menos para una mente preclara como la mía. ¿Qué otra cosa podrían hacer los Yayos Kantaores de Moratalaz aparte de delinquir? Corrígeme si me equivoco, Vladislav El Salivitas. |
VLADISLAV |
En absoluto, Inspector. Y sigo narrando —si es que sus mejores hombres y Volfri dejan de interrumpirme—. En la última asamblea acordamos reunir todo nuestro patrimonio para adquirir un medio de transporte colectivo. Entre nuestras pensiones, los ahorrillos de toda una vida dedicada al delito y la ganancia patrimonial —descontado el impuesto de plusvalía— obtenida de la venta de un terrenito con vistas a la M50, propiedad de uno de los Yakamos, conseguimos recaudar lo suficiente para adquirir un taxi europeo de séptima mano. El problema es que solo venía equipado con la chapa y uno de los faros traseros así que hemos tenido que incorporar el resto de los accesorios… |
CIUDADANO 1º |
Joé, si es que hasta me dan ganas de hacer un crowdfunding entre los de ahí fuera para echaros un mano… ¿Y para que queréis el taxi europeo, si puede saberse? |
VLADISLAV |
Nada más y nada menos que para cumplir la ilusión de toda una vida, aparte de que nos toque la lotería del Niño. ¡Acudir a Estocolmo como auténticos señores y representar a nuestro país en la edición 2016 de EUROVISIÓN! ¿Puede haber algo más patriótico y sensiblero? |
VOLFRI |
Inspector, ¿está oyendo lo mismo que yo? |
INSP. DISASTER |
Sí, Volfri, yo también estoy impresionado. Comunique al público ansioso que los YAKAMOS y su peligroso jefe nos han engañado diciendo que tenían ganas de hacer «pipi» y que han huido campo a través saltando por el ventanuco enrejado del cuarto de baño. |
CIUDADANO 1º |
Esto me suena a que nos quedamos con las hamacas y las mesitas camillas… |
CIUDADANO 4º |
Quiero aprovechar estos breves instantes en los que todos os habéis quedado mudos, por el giro inesperado de la historia, para expresar mi sincera opinión: la nueva decoración de la línea 13 me gusta bastante más que la original. |
VOLFRI |
¿Y ahora qué hacemos, Inspector? |
INSP. DISASTER |
Usted no sé, Volfri, pero yo lo tengo muy claro: ¡¡pienso votarles los TEN POINTS!! Otro caso éxitosamente concluido. ¡Buenas tardes, señores! |
¡Vaya alarde de imaginación!
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Yo, opino igual que » palmeiralibre » ¡¡ Vaya imaginación , guapa !! Yo te mando de inmediato los TEN POINTS , de premio a la originalidad.
Besiños palmeiráns
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¡Si es que eres un cielo!
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