Ya en la guardería era evidente que nuestro hijo no se parecía al resto de sus compañeros: pasaba las horas haciendo puzzles —encajes les llamaban las monitoras—, sin mostrar el menor interés por relacionarse con el entorno. Hasta los once años, edad a la que fue diagnosticado de TDAH, sufrimos el calvario que tan bien conocen los padres de chavales con déficit de atención: bajo rendimiento escolar, dificultad para la relación social, incapacidad para controlar los tiempos y, sobre todo, una profunda desmotivación —todo ello acompañado por las inevitables fricciones familiares que produce lo que no se entiende. A lo largo de su vida académica, hemos recibido opiniones de todo tipo: «No parece vivir en la realidad», «el problema es que nada le interesa», «necesita mano dura» e incluso «es un mentiroso compulsivo». Lo cierto es que nuestro hijo era y es un niño diferente, tranquilo, ensimismado, encantador y absolutamente incapaz de mantener la atención si algo no le motiva. Porque la motivación es una sensación físicamente perceptible en un chaval TDAH: es el interruptor que lo pone en marcha o, en el caso de nuestro hijo, que lo devuelve a la tierra.
Valga esta introducción para explicar por qué respaldo con tanta pasión el trabajo que realizan los integrantes del gabinete Psicología y Logopedia Bla Bla. Con un enfoque terapéutico basado en el afianzamiento de los logros alcanzados por los chavales en las sesiones individuales —primero a través de la terapia grupal y, después, de los talleres—, buscan y proponen incansablemente nuevas y motivadoras actividades de las que surgen materiales tan divertidos como éste que enlazo a continuación y que recomiendo a todos los papás con hijos pequeños que quieran pasar un buen rato. Mis felicitaciones una vez más a este grupo de profesionales que con tanto cariño trata a nuestros chicos.
Muy interesante, comparto!
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Gracias, guapa. ¡Eres un cielo!
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Yo -que conozco el día a día del equipo de profesores- puedo asegurar que ponen todo el empeño en realizar su oficio con amor, entusiasmo y profesionalidad..
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El hermoso cuento de Pericles ya lo conocía, creo que lo he escuchado como mínimo, media docena de veces. Creo que cada vez me gusta más, pero no sería de justicia omitir que, la narradora, es la sal y pimienta que sazona esa exquisitez.
Besiños palmeiráns.
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Que quede entre nosotras… pero yo he debido oírlo treinta veces y siempre me saca una sonrisita.
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Tienes razón, a mi, también, y no sabes cuánto le ha gustado a mi nieta Emma…
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